Estirar mis doscientos
Una tradición,
en la que todos los mexicanos coinciden, es la de estirar el dinero. Estirar el
recurso data de tiempos inmemoriales. Los pueblos mesoamericanos descubrieron
que los impuestos son un robo cuando veían al SAT Azteca aproximarse a su
territorio con sus armas de obsidiana. Los novohispanos descubrieron que el
dinero ganado se gastaba rápidamente y que, si bebían pulque para olvidar, poco
servía pues el IEPS borbónico les quitaba hasta el derecho a la cruda.
Científicos
de las universidades Bienestar han descubierto que el dinero tiene cierta
elasticidad, muy parecida a la de las ligas de Bejarano. Si tienes un billete
de doscientos pesos, te alcanza para una casa en Houston y un Mercedes Benz. Los
científicos atribuyen dicha elasticidad a la acción de una fuerza exterior donde
convergen la fuerza moral, no de contagio, así como varios contratos de PEMEX y
un torrente de consanguinidad con el presidente.
Estas
cualidades producen una elasticidad contundente. Dichos estudios han demostrado
que la mayoría de los mexicanos podrían aspirar a dicha elasticidad, pero
carecen de suficiente consanguinidad que da la fuerza moral. Por tal motivo, no
pasaran de perico perro; es decir, seguirán estirando su pobreza.
-Toma
nota, Galito.
-Sí,
maestro -dice con su amable voz robotizada, mientras transcribe mis
pensamientos en su sistema.
-Al
presidente no le gustan los aspiracionistas, egoístas y que quieren triunfar a
toda costa, salvo que sean de su familia o hayan financiado su campaña. ¿Qué
podemos comprar con doscientos pesos, Galito?
- Se
puede comprar un cubrebocas y unos audífonos, salir a correr y conseguirse una mujer
de dinero, maestro. La fuerza moral se sale de nuestro presupuesto.
-Hecho.
Mientras tanto sigue apisonando ese billete de doscientos con tus ruedas. En
una de esas la elasticidad nos favorece.
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