Recuerdo del árbol de zapotes

Recuerdo del árbol de zapotes
por Gerardo Sánchez Juárez


El relato está ubicado en un pueblo distanciado de la ciudad, como hay muchos en México, la historia será centrada en la familia de apellido Paredes, una familia como tantas que existen en las rancherías mexicanas la cual está integrada por el padre Don Antonio, la madre Doña Catalina y su hijo Celso.
Los doctores estaban seguros que la señora Catalina no podía tener hijos después de mucho tiempo pudo embarazarse y concebir a Celso su único hijo.
Celso siempre quería salir del pueblo, era la única ilusión que tenía después de los doce años, en esa edad fue cuando conoció a su tío Catarino.
Era día de nuestra Señora de la Trinidad Patrona del pueblo, estaban en plena fiesta cuando en la hora de la comida llego el tío Catarino, el tío llego de visita, el partió del pueblo a los 17 años ya casi llegando a los 18 se fue a Estados Unidos para hacer dinero, era el más chico de doce hermanos, 4 mujeres, 6 varones vivos y 2 más fallecidos en el parto. Don Antonio era el hermano del medio y el único que no había salido del pueblo. Doña Catalina era hija única la cual fue difícil de concebir y sus padres ya habían fallecido. Doña Catalina y Don Antonio casi nunca recibían visitas o más bien dicho nunca, desde que sus hermanos de Don Antonio se fueron poco a poco del pueblo nunca más se volvieron a pararse en la ranchería. Don Antonio ya no tenía contacto y comunicación con sus familiares, por eso cuando llego Catarino su hermano más chico causo gran revuelo en Don Antonio Paredes.
El tío aventurero había llegado al pueblo, lleno de anécdotas y descripciones de ciudades enormes con grandes edificaciones, según él trabajaba en la construcción y platicaba como se hacían los grandes rascacielos fue la última vez que tuvieron contacto con Catarino, nunca más volvieron a saber de él. Su partida fue pasando el día de Nuestra señora de la Trinidad. El partió con las nubes de verano, el jueves día de Corpus christi, Doña Catalina y Don Antonio vieron la partida de Catarino sentados bajo la sombra del árbol de zapotes, viendo las nubes que anuncian la despedida del verano.

Pasó el tiempo y Celso llego a los 17 siempre recordando las anécdotas de su tío Catarino, cautivado por construir grandes edificaciones, las cuales no había en el pueblo, lo más grande que tenía el pueblo era la secundaria, un edificio de dos pisos el cual nunca fue terminado por cambio de sexenio, esta edificación se podía observar desde la carretera, llegando a la terminal de autobuses o más bien dicho la parada, que constaba de un tronco de árbol seco que servía para sentarse aunque incómodamente para esperar el autobús y a lado un árbol de pirul que intentaba cubrirte del extenuante calor o de la intensa lluvia. Celso siempre platicaba con sus compañeros de la preparatoria estatal de que él algún día saldría del pueblo para triunfar al cual se refería como el Pueblo donde nunca pasa nada.
La rutina de Celso era ir estudiar la preparatoria ubicada en la cabecera del municipio, y al regreso de estudiar ayudaba a su padre Don Antonio en las labores del campo.
La rutina de Doña Catalina era el que hacer del hogar y siempre en la tarde-noche iba a las parcelas del campo llevando consigo una canasta de comida y a veces agua
ardiente o en su caso mezcal, se sentaba con Don Antonio debajo del árbol de zapotes
y veía como Celso se involucraba en las labores del campo.
Doña Catalina le gritaba: ¡Celso hijo ven a comer!
Pero Celso nunca comía; siempre se esperaba hasta la casa. Celso no hacía caso. Él tenía una actitud callada. En su cabeza comenzó a revolotear la idea de cómo decirles a sus padres que se iría a estudiar a la ciudad.
Debajo del árbol de zapote, Doña Catalina y Don Antonio veían transcurrir el tiempo, a lado de su parcela estaba la carretera y a un costado de ella la parada de autobús.
Las corridas del camión eran, la salida para el municipio a las seis de la mañana y
regresaba a las doce del día y posteriormente a las cuatro de la tarde tenía otra corrida
al municipio y su llegada al pueblo era a las siete de la tarde.
Ellos Doña Catalina y Don Antonio sentados abajo del zapote miraban quien baja y quien sube del autobús, no era un pueblo frecuentado. El autobús era un coche viejo ya sin
pintura con asientos desgastados a veces se iba vacío y nada más los sábados era cuando
llevaba un poco de gente, personas del poblado que iban a la cabecera municipal para
comprar sus víveres y claro dar una vuelta por la plaza (el Zócalo del municipio) después
regresaban para volver a la monotonía.
Era el día domingo, día de Nuestra Señora de la Trinidad en el pueblo se escuchaban la explosión de los cuetes y corría el olor a pólvora. Celso, aprovechando la celebración decide darles una notica a sus padres a la hora de la comida.
- Les quiero comunicar que fui aceptado en la universidad de la capital. Me voy a
estudiar a México, y regresaré ya no siendo el joven que se va. Voy a ser el profesionista,
el ingeniero que hará caminos y presas para el pueblo y esta es mi decisión y no la
cambiaré por nada.

Don Antonio, con el rostro desencajado, le dice que no se vaya que lo necesita para que
lo apoye en arar la tierra y que estén juntos como familia.

Mientras que Doña Catalina suelta el llanto y no emite ninguna palabra.

Celso por su parte comenta:

-Es mi decisión y no la voy a cambiar parto el jueves para la capital.

Llegado el jueves día de Corpus Christi, teniendo ya preparadas las maletas, Celso se dirige a la parada del autobús sin mirar atrás; es el único pasajero, llevándose consigo las nubes de verano, dejando atrás toda sus historia.

Los padres de Celso lo observan sentados abajo del árbol de zapote. Ese árbol de zapote que vio crecer a Celso recordando cómo fueron sus primeros pasos cuando de niño se caía en los surcos de la tierra suelta del campo y su madre corría a levantarlo del suelo para llevarlo a su regazo, ya era un joven queriendo crecer dando sus primeros pasos para volverse hombre.


Don Antonio con el rostro desecho por la partida y Doña Catalina tirada en llanto sin encontrar consuelo sentados abajo del árbol de zapote, comienza a recordar momentos que vivieron con su hijo Celso, esos momentos que duran toda la vida y se volverán recuerdos.

Era domingo día de Nuestra Señora de la Trinidad y el jueves será día de Corpus Christi el día que partió Celso. El jueves se cumplirán dos años sin saber nada de Celso. Mientras que Doña Catalina y Don Antonio siempre repetían la misma rutina, ir en las mañanas y en la tarde-noche a sentarse abajo del árbol de zapotes para observar si por ahí veían bajar a Celso del autobús, todos los días hacían la misma práctica no importaba que fuera sábado, domingo o entre semana, si hacía calor, frio o llovía para ellos siempre era el mismo tiempo, el tiempo esperar debajo del árbol de zapote a Celso, a su Celso el que partió con las nubes de verano. Los viejos siempre imaginaban bajar a Celso del autobús y él (Celso) correr a ellos…

Celso por su parte ya instalado en la ciudad olvidado por completo de la rutina del campo decide ir a una fiesta con sus amigos el sábado, el domingo será día de Nuestra Señora de la Trinidad y el jueves día de Corpus christi y cumplirá dos años sin ir a ver a sus viejos, él ya tiene una vida en el bullicio ensordecedor de la metrópoli espera la llamada de Carlos amigo de la Universidad para que pase a recogerlo.

Carlos le habla a Celso que ya está abajo para que salga y vayan a la fiesta, Celso baja pensando que será como todos los sábados tomaremos un poco conoceremos algunas chicas y después regresare a mi departamento para dormir y el lunes ir a la uni.

Ya en la fiesta Carlos se pone a tomar más de lo normal, Celso se acerca y le pregunta ya es hora de que nos vayamos Carlos el responde dame cinco minutos y nos vamos. Al pasar el tiempo Carlos le dice a Celso que ya tomen la última copa para retirarse.
Suben al auto de Carlos.

- ¡Mira Celso¡ este coche no existe en tu rancho, ¡ve qué velocidad puede alcanzar! vamos a 140 y no se siente nada pareciera que voy a 60.

Celso comienza a reír y de repente en una curva se vuelca el auto. Carlos sale disparado por el parabrisas, Carlos no traía puesto el cinturón de seguridad, mientras que Celso queda en el interior del coche.
Celso es trasladado al hospital de Xoco y reportado en calidad de desconocido. Celso, al despertar, ve a una joven vestida de blanco cambiándole el suero y pregunta con asombro:
-¿Que hago aquí?
La enfermera responde riendo.
-Pues de vacaciones, no recuerda que venía a exceso de velocidad y con alcohol.
-¡No recuerdo nada¡ Apenas si puedo articular algunas frases.
-¡Pues no sabe cómo se llama! Aquí lleva dormido quince días y está en calidad de desconocido. ¡Dé gracias a Dios que vive! El joven que venía conduciendo no corrió con la misma suerte.
-Le vuelvo a repetir señorita no recuerdo nada, ni si quiera sé a qué joven se refriere.
-Lo que usted tiene es un caso severo de amnesia o pérdida de la memoria. Puede ser parcial o permanente puede que se recupere mañana o puede que nunca vuelva a recordar quién es….

Don Antonio y Doña  Catalina se dirigen a su rutina del día a día se sientan abajo del
árbol de zapotes. Es sábado, mañana será Domingo día de Nuestra Señora de la Trinidad
y el jueves será Corpus Christi, día en que partió Celso. Ya cumplirán tres años que
esperan a Celso, su único hijo, quien se fue a estudiar a México y todavía no reciben
noticias de él.
Ya comienzan a despedirse las nubes de verano…



En memoria de mi hermano Alberto…. se despidió con las nubes de verano





Comentarios

  1. La historia del árbol de zapote me pareció muy bonita y triste. Me sorprendió el ritmo letárgico de la primera parte del cuento, para pasar al vértigo de la vida de Celso; no sé si fue un recurso del autor, pero me parece que le resultó ideal para contar la historia.

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  2. Bomita historia triste y a la vez realista en unos aspectos

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