El Estado No somos Nosotros






El Estado es esa construcción del continuo de una supraclase gobernante, 
estratificada, pseudo mística, que busca y establece su permanencia
 a través del tiempo por medio de la agresión sistemática.
Alejandro Vega


Hace un par de semanas compartí un post que decía: “México no es un Estado fallido. El Estado está bueno y sano cobrando impuestos. La fallida es la sociedad”. Los comentarios no se hicieron esperar. Un viejo amigo respondió que el “Estado somos todos. Quien cobra impuestos es el gobierno”. Nada más falso. El Estado no existe, es una ficción. Recordé a Murray Rothbard quien alertaba del término colectivo “nosotros”, quien ha permitido que ese camuflaje ideológico se extienda sobre la realidad de la vida política. 

     La respuesta de mi amigo, y de otros no se hicieron esperar en los comentarios. Que una cosa era el Estado y otra el gobierno; que había un contrato social; que revisara literatura seria para entender las nociones de Estado; que me informara mejor y demás fruslerías.

     Para empezar, la idea de que todos somos parte del Estado es tan falsa como una consulta popular organizada por el gobierno. Si el Estado somos todos, entonces cuando el Estado no invierte en renovar el drenaje profundo y éste se colapsa ¿todos somos responables?  O bien cuando el Estado desaparece a un joven en cualquier parte del país. ¿Se incluyen “todos” en esa desaparición? ¿No verdad? Porque no todos son parte del Estado, e incluso los que son parte de las instituciones del Estado, no son responsables directos de dicha desaparición. Lo que sí expresas, una vez señalados los culpables, es que fue la policía municipal de Salsipuedes, quien pertenece a la estructura de Seguridad del Estado. Pero eso tampoco explica nada. Lo que debemos señalar es que fue Sutanito Valdomero, director de seguridad pública de Salsipuedes. En este momento, quizás venga el reclamo: “caray, Fer, confundes el gobierno con las instituciones”.  Pero no es así. El gobierno sólo tiene como objetivo lograr el cumplimiento de los fines del Estado. ¿Pero los fines del Estado no son acaso los fines del gobierno? ¿No fue acaso el gobierno de Echeverría quien diseñó una política de Estado para exterminar los movimientos sociales o a los críticos? ¿No fue el gobierno de López Portillo quien diseñó una política de Estado para expropiar los bancos y estatizarlos? ¿De dónde esa devoción mística de separar el Estado del gobierno? ¿De dónde esa idea de justificar al Estado con un “nosotros”, cuando a todas luces muchísimos ciudadanos no estaban de acuerdo?

   Tal vez esa necesidad de justificar la fuerza del “Estado” provenga de regular el poderoso, pero impulsivo, sistema cerebral donde deambulan las emociones. Las instituciones, según Eduardo Andere,  son entelequias, ellas no existen per se, sino a través de las acciones y las decisiones de los mismos humanos. Las instituciones son arreglos de los humanos. 

      En ese sentido el famoso contrato social que, según Franz Oppenheimmer y Murray Rothbard, justifica la creación del Estado, en realidad no existe; pues éste siempre ha nacido de la conquista y de la explotación. Para abonar a este asunto, Hans-Hermann Hoppe nos recuerda incluso que el propio Estado “ha llegado a existir sin ningún ejecutor externo. Presumiblemente, en el momento del supuesto acuerdo, no existía un estado previo. Una vez que un estado por acuerdo entra en existencia, el orden social resultante aún sigue siendo una auto-imposición”.

    Finalmente, el Estado es un ente burocrático que ejerce una dominación sobre nosotros, y esa dominación tiene responsables: son humanos de carne y hueso, que toman decisiones por nosotros. Lo único que nos vincula al Estado es que nos obliga a pagar impuestos. De lo contrario utiliza el monopolio de la violencia para imponer su ley.  Además, esos recursos los emplea en lo que le conviene, sin consultarlo con eso que mis amigos llaman “todos”.  Y si te opones o estás en desacuerdo con esa distribución, arguye razones de Estado y eso es suficiente para que te congelen tus cuentas, te levanten un proceso y te declaren enemigo público de la nación.


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