La Virgen de Guadalupe en Quetzalcóatl

Retablo de la Virgen de Guadalupe,
Fray Juan de Zumárraga y Juan Diego, de Miguel Cabrera.


La Virgen de Guadalupe es origen, estandarte, y provocación. Así lo entendió Fray Servando Teresa de Mier aquel 12 de diciembre de 1794, durante la fiesta de Nuestra señora de Guadalupe, cuando predicó su polémico sermón frente a notables y feligreses, entre ellos el arzobispo Núñez de Haro y el virrey Branciforte, cuya huella administrativa fue la estatua ecuestre de Carlos IV, que nunca vio terminada.  
El fraile dominico levantó su brazo y exclamó vehemente cuatro proposiciones polémicas. A saber:
1.     La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe no estaba pintada sobre la tilma de Juan Diego sino sobre la capa de Santo Tomás Apóstol de este reino.  
2.     La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, antes de 1750, ya era célebre, y adorada por “los indios ya cristianos en la cima plana de esta sierra de Tenanyuca” donde se le erigió templo y la colocó Santo Tomás.
3.     Cuando los indios abandonaron la religión maltrataron la imagen de la Virgen de Guadalupe, que “seguramente no pudieron borrar y Santo Tomás la escondió hasta que diez años después de la conquista le apareció a Juan Diego la Reina de los Cielos pidiendo templo para servirnos de madre y le entregó la última vez su antigua imagen para que la presentase ante el señor [Fray Juan de Zumárraga].”
4.     La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe “es pintura de los principios del siglo primero de la Iglesia; pero así como su conservación su pincel es superior a toda humana industria, como que la misma Virgen María viviendo en carne mortal se estampó naturalmente en el lienzo”. Además Santo Tomás había llegado a América antes de la llegada  los españoles y había enseñado a los indios la doctrina cristiana. Estos indios conocieron a Santo Tomás con el nombre de Quetzalcóatl.
Esta serie de proposiciones se vinculan a la ocurrencia que el anticuario Ignacio Borunda, le dijo a Mier, sin prueba alguna: “la imagen del de nuestra señora de Guadalupe es del tiempo del reino de santo Tomás, a quien los indios llamaron Quetzalcóhuatl”. Esta afirmación la aprovecharía fraile dominico para la construcción de su discurso sin entrever la persecución y furia que desataría por parte del arzobispo Núñez de Haro, acérrimo enemigo de los criollos, quien lo acusó de negar la tradición de Guadalupe.
Sin embargo, el padre Mier jamás negó la tradición, al contrario sus aseveraciones contribuyeron a reforzar la práctica del culto guadalupano y la evangelización en América, pero al mismo tiempo fortalecieron el nacionalismo criollo y la búsqueda de identidad hispánica e indígena, no en balde Mier afirma que la virgen que se le aparece a Juan Diego es la misma que ellos reverenciaron bajo el nombre de Tonantzin.
La Virgen de Guadalupe es el origen de la unificación de una sociedad mestiza; la nación mexicana se reconoce en ella, tanto que se torna en su estandarte y en un paradigma del nacionalismo criollo. Y ahí también radica su provocación: detrás de la oratoria sagrada del padre Mier se gestaba lentamente la desestabilización de la monarquía católica en la Nueva España. 


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