Sacar el máximo
Nunca he sabido cuál es la función real de un entrenador de
gimnasio. Siempre los he visto como parte del mobiliario, pero sin la utilidad
de una barra olímpica con pesas. Están pero no están. Sé que existen porque los
veo posar frente al espejo. Lucir pavorreales sus bíceps marcados. Incluso los
que tienen barriga, cuando se toman una selfie parece que llevan un barril de
metal en el vientre.
Los he visto con cabello corto o flequillo
de lado; también matudos, con coleta, o cabello alborotado; por ahí andan incluso
los pelones, como alfileres bola de alambre. A veces usan playeras sin mangas
para mostrar sus antebrazos tatuados y fuertes; a veces, playeras ajustadas de
licra de manga larga, que revelan su abdomen trabajado. Hasta los hay gordos
musculosos que usan ambas playeras.
Hace algunos ayeres me presenté con un
entrenador, minion con anabólicos, le dije que era de nuevo ingreso y le
pregunté que si me podría poner una rutina. Me dijo que lo esperara. Luego se
fue a sobarle la pierna a una jovencita. Regresó cuando vio rodar un disco en
el suelo. Me regañó con su mirada musculosa y me ordenó que hiciera tantas de
estas y tantas de la otra. Seguí sus instrucciones al pie de la letra. Cuando
terminé, me dijo que repitiera esa rutina todos los días. Le pregunté que si
seguía esa rutina me podría poner como él. Soltó la carcajada. "Ponerse
como yo, cuesta caro", dijo, “pero puedo ayudarte a sacar tu máximo. ¿No
quieres sacar tu máximo?". "No, gracias", contesté. Nunca más
volvió a supervisar mi desempeño ni a mostrar interés por mi máximo.
De pronto lo veía charlando con alguna
joven bella o posando sus manos en las caderas de alguna mujer mayor que él,
pero de linda figura. A los gordos que se le acercaban a preguntarle algo, les
decía lo mismo que a mí. Si le decían que no, pasaban a la zona fitness de la
indiferencia. Si le decían que sí, los ayudaba a sacar su máximo, previo pago
en la caja especial de su bolsillo. Espero que se hayan transformado en hombres
vigorosos y entrenados, como gladiadores del Imperio romano, pero sin su
dimensión suicida, más cercanos a una barra olímpica con pesas.
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