Chambelanes gladiadores con ritual dionisiaco


Cuando las celebraciones religiosas incluyen canto, baile y pelea, pueden trascender en disciplinas artísticas o deportivas, o bien quedarse en fiesta de pueblo con riña y muertito. Hace muchos años me invitaron a unos quince años en una colonia donde el robo era parte de sus usos y costumbres y cerrar las calles con sonideros y mesas con adornos horribles, también. Ese día la quinceañera bailó una horripilante melodía del francés Richard Clayderman, titulada Balada para Adelina. Todos aplaudieron y pidieron otra. Alguien chifló como arriero en la inmensidad del jolgorio . "Chemo a la cabina", dijo el de la cabina, "un saludo para Sonido Fantaaasma. Que pase Sheryl a la pista. Y dice, dice, dice así la quinceañera, flor de juventud". Sheryl bailó nuevamente con su bisabuelo, su abuelo, su padre, sus siete tíos y el padrino que respondía al grito de "El Panchón". Me sorprendió que su largo vestido rosa mexicano jamás se atorará en ningún lugar; sólo el padrino lo ensució con sus botas puntiagudas. Después del vals abrieron pista para los invitados. La bola de espejos, que amarraron de un poste de luz a otro, giró cual Studio 54. El Panchón se levantó de su lugar, tiró la silla de plástico y echó bala al aire. Los comensales se hicieron a un lado, sin temor, acostumbrados a su primitiva costumbre de celebrar. La pareja de mi mamá nos dijo que no nos espantáramos, pero yo estuve a punto de cagarme. Afortunadamente no lo hice, gracias a mis esfínteres anales reactivos; tampoco hubo heridos, sólo una riña entre chambelanes que terminó cuando vieron llegar a El Panchón con su arma.
         Las fiestas dionisiacas no tenían balas, pero sí vino, liberación, placer y alegría. Se entiende porque el culto a Dionisio o Baco fue un rito orgiástico; es decir, participaban los feligreses en éxtasis, había danzas frenéticas, cantos corales, sacrificio de animales vivos (macho cabrío), ingesta de carne cruda y vino. Durante la época de la vendimia, en honor a Dionisio, se cantaban a coro distintos himnos llamados ditirambos.

Con el paso del tiempo el culto tuvo mayor aceptación. Se construyeron teatros al aire libre, junto al templo de Dionisio. Para Aristóteles tanto la tragedia, como la comedia, nacieron de las fiestas de Baco, porque el ditirambo era (principal, aunque no exclusivamente) un canto en honor de aquel dios. Por ello el teatro tiene un carácter sagrado, pasional y festivo.
El historiador Paul Veyne, en un artículo publicado en L´Histoire (2004), explica que en la antigüedad romana cuando moría un personaje importante, “era costumbre que como muestra de desesperación, se arrancarán el cabello, se autoinflingiesen heridas, se cortaran un dedo cerca de la hoguera del difunto, o incluso que varios hombres entablaran una lucha cerca de su tumba”. Lo vemos en La Ilíada, cerca de la hoguera de Patroclo.


Al transcurrir los años, los gladiadores romanos admitieron la transformación en espectáculo, para divertir a la gente en los funerales. De tal suerte que a los duelistas improvisados les sucedieron profesionales: “los gladiadores que, al igual que las plañideras, iban de funeral en funeral. La política romana se encargaría del resto. Por último, cuando las celebraciones religiosas incluyen canto, baile y pelea, pueden trascender, como lo hicieron el teatro, los gladiadores y los quince años de Sheryl.  

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