Putin, un Jolopo eslavo
Veo a muchos paisanos, de
ideologías distintas, admirar a Vladimir Putin con mística devoción. Algunos lo
admiran por su carácter autoritario y su porte de hombre duro, hosco y macho
alfa; otros, por su comportamiento bravucón, incendiario, ultranacionalista.
Hay quienes le celebran el férreo control que tiene de su partido de centro
derecha (Rusia Unida, quien además tiene supermayoría en el Congreso) y hay
quienes endiosan el que defienda a Rusia a través de una estrategia muy
peculiar: el culto de su propia personalidad. Putin en la ONU. Putin nadando.
Putin levantando pesas. Putin cabalgando un pura sangre. Putin en el judo.
Putin el líder mundial.
No me
extraña. México ya había tenido un presidente muy parecido al líder ruso: José
López Portillo, mejor conocido como Jolopo. Jolopo fue un presidente
ultranacionalista, bravucón, culto, faraónico, desmesurado, que tenía las
riendas del Partido (así le dicen los nostálgicos) en sus manos e hizo y
deshizo las instituciones al compás que se le dio su regalada gana, como el
camarada Putin. Además Jolopo forjó del culto a su personalidad una forma de
propaganda institucional desde Los Pinos. Jolopo en la ONU. Jolopo nadando.
Jolopo haciendo esgrima. Jolopo boxeando. Jolopo cabalgando un pura sangre. Jolopo
nacionalizando los bancos.
En este
sentido Jolopo, al igual que Putin, son un ejemplo de megalomanía y desmesura, donde
la personalidad del gobernante se mimetiza con El Estado y éste con el país. En
realidad, Vladimir Putin es un Jolopo eslavo. Por ello su culto en México tiene
raigambre autoritaria, nostálgica, adulatoria, y profundamente priísta.
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