Mi doble al cuadrado/ I

Tengo cuatro dobles. Lo sé porque la señora de la lavandería dijo que me vio en Coyoacán y no la saludé.
-¿Y por qué no se acercó a saludarme? –le dije.
-Por lo mismo que usted.
-Pero yo no era yo. Seguramente era mi hermano.
-¿A poco son muy parecidos?
-Él es más alto.
     Pero no era mi hermano ni era yo, porque a ninguno de los dos se nos hubiera ocurrido ir a Coyoacán. No nos gusta. Todo es culpa de los progres, el árbol del chicle y El Jarocho.  Cuando hagan una calle llamada Jorge Ibargüengoitia, lo visitaré sin dudarlo.
     En otra ocasión, un amigo dijo haberme visto por el Kiosco Morisco, en Santa María La Ribera. Pero la última vez que visité ese precioso lugar fue en un concierto de la Orquesta Sinfónica de la Delegación, que más que orquesta parecía un sindicato de hampones con chelos, con líder charro incluido. Interpretaban el Huapango de Moncayo, nuestro tercer himno nacional. El segundo es la Marcha de Zacatecas, de Codina,  dedicada al gobernador Jesús Aréchiga, quien duró dieciséis años en el poder de manera intercalada  y además era masón.  Benito Juárez también era masón y sólo duró catorce. Luego se murió de angina de pecho. De  lo contrario hubiera gobernado tres lustros más y los masones mexicanos no tendrían su efigie en la oficina, ni nosotros las cerca de  9 mil 759  calles con su nombre. Incluso hasta se llamarían honorable calle Gral. Porfirio Díaz.
     En la primaria ponían la Marcha de Zacatecas justo al ingresar al salón, después de tomar distancia por tiempos. No sé por qué lo hacían. Tal  vez era un mensaje secreto del director para fortalecer nuestra autoestima infantil, pues la letra que acompañaba su ritmo decía así: “Prestos estad a combatir/ oíd llamar suena el clarín,/las armas pronto preparad/ y la victoria disputad”.  Aunque para ser honestos siempre he asociado esa marcha con la imagen de un charro lazando becerros. ¿O eran estudiantes?

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