Reuniones de ex alumnos, un paseo por el morbo



Las reuniones de exalumnos tienen más de morbo que de entusiasmo. Sobre todo cuando no eras el alma de la clase y la mayoría te ignoraba, incluyendo el profesor. Por ejemplo, si había una fiesta eras el último en enterarte, incluso dos días después de ocurrida. Si tus compañeros iban a reunirse en casa de Dani ---las Danis por lo regular son el líder de la manada, yo creo que es por su origen hebreo y todo eso del pueblo elegido--- para hacer el trabajo en equipo, sólo te decían: "Tú lleva el frasco con la semilla de frijol".
Cuando se juntaban en el recreo, jamás te incluían; si te acercabas, te miraban feo, como a un migrante. Si una de tus compañeras te gustaba y no eras del grupo, el sendero hacia el cortejo era complicado, por no decir inexistente. En el salón de la desigualdad y la exclusión eras lo que se conoce como un fracaso. Sin embargo, a veces quiere el azar reunir esos polos desiguales en una fiesta. Y ocurre lo que conocemos como revelación y que yo llamaré poner las cosas en su lugar. Entras a la fiesta con la seguridad de un cobrador y te encuentras a la niña odiosa del grupo, con esa misma arrogancia que caracteriza a quienes perdieron su abolengo y su fortuna hace tres generaciones y exageran los méritos que no tienen, pero creen merecer. El tiempo no había decantado esas irregularidades de su carácter, sólo las había pronunciado. La saludas, te dice: "pero sigues igualito, qué gusto verte". Lo cual siempre significa lo contrario. "Pasa, estamos en esa mesa", dice señalando con su chela.
En la mesa están todos tus excompañeros, excepto el más inteligente de la clase. Confirmas que sigue siéndolo. Ubicas al que siempre se burlaba de todos y ahora la vida se burla de él bien bonito. A su lado está el más guapo de la clase, apenas un vestigio arqueológico que estira su flacucha mano para saludarte. Frente a ambos está la piedrita en el zapato del mundo; la sombra del adolescente que traía enloquecidas a mis compañeras. Un joven sagaz, astuto, ocurrente, muy culto y desmadoroso. El anhelo de casi cualquier adolescente. Recuerdo haber comido aspirinas molidas con tequila en su casa. Mis padres casi me matan. Les digo que era una piedra. De pie, junto a él, estaba la chica que nunca me hizo caso; curiosamente al verme me abrazo como si yo hubiera regresado de la guerra. Mientras la abrazaba me pregunté por qué me había fijado en ella. Recordé lo que me dijo alguna vez mi amigo Luigi Mascapone: "por lo regular, nuestros primeros amores son adefesios".No me malinterpreten, no es que fuera fea, tampoco atractiva. Era mas bien como un bar sin alcohol. Y no merecía ni mis cacahuates, ni mis cartas ni mi amor. La fiesta transcurrió como una canción que se repite. Mientras le daba el último trago a mi jaibol, pensé que hay defectos que crecen más rápido que las personas.

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