Año Nuevo, la espiral y el camino


El fin de año es de contrastes. No hay año que sea del todo bueno ni que sea del todo malo. Como la vida. Tiene su sabor amargo, avinagrado, y su sabor a miel o a dulce de leche blando. Y ambos se intercalan. Sin embargo, hay ocasiones que uno siente que va descendiendo en picada sin casco y solo espera que el golpe no sea tan duro y que la pared no esté tan lejos. Mi amigo Luigi Mascapone diría ya pido esquina. A veces el golpe es muy fuerte. Y quizá necesites otro año para recuperarte. En otras ocasiones solo sigues con tus moretones y listo. Buda diría nadie nos salva sino nosotros mismos. Nadie puede y nadie debe. Nosotros mismos debemos de transitar el camino. La vida como el año que termina no es una línea, es un ciclo y como cualquier ciclo es una espiral que se renueva. Gran parte de la oportunidad que nos brinda el Año Nuevo es la capacidad de reconstruirnos, de avanzar siendo otros sin dejar de ser los mismos. Por eso me gusta celebrarlo y decir como Antonio Machado:
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
Muchas felicidades a todos ustedes. Gracias por acompañarme en el camino con su lectura y sus críticas, comentarios, publicaciones, recomendaciones y consejos. Deseo que el siguiente año sea tan luminoso como su propia esperanza. Un gran abrazo, nos seguimos leyendo.

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