La verdad no os hará libres
Imaginemos que un día nos levantamos, nos lavamos los dientes y accidentalmente tragamos un poco de
pasta de la verdad sabor menta.
¿Qué pasaría?
Sales de casa. Llegas al
trabajo. Tus compañeros te saludan. Una de ellas se acerca para preguntarte cómo
se le ven sus botas nuevas. Tú respondes que son unas botas horribles. Que
descalza se vería mejor. Se va ofendida.
En
otro lugar, a un político le preguntan en televisión por qué no anuncia
públicamente su candidatura a la presidencia.
-La verdad porque tendría que
renunciar a mi partido y perdería el control financiero para promover mi imagen
a través de spots publicitarios. ¿Quién renuncia a la presidencia de un
partido? Sin ella no tendría el mismo nivel de conocimiento y penetración entre
la gente. Además hay buenos moches.
La entrevistadora, boquiabierta,
manda a comerciales.
En el
café de chinos, un señor abre el periódico mientras la mesera le sirve un
lechero; luego lee las declaraciones de cierto reconocido escritor:
"Escribo porque me encanta la fama y ligarme a jovencitas. De preferencia
de izquierda, porque ahí está mi corazón. Cuando eso no me funciona, tocó el
tololoche en una banda indie. Me dicen Tolox".
En la
fiesta de quince años, una señora le presume su cabello rubio ondulado a una
amiga.
-Ese cabello no es tuyo.
-Claro que sí.
-Son extensiones.
-Para nada.
-Qué raro. Se te ve marchito.
En Edipo Rey, la tragedia de Sófocles, Yocasta le dice a Edipo que si
en algo le preocupa su propia vida, no investigue más, que no busque la verdad de su origen.
Edipo ignora el consejo y se afana en buscarla aunque ello conlleva su
propia destrucción. Diderot, por su parte, decía que engullimos de un sorbo la
mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga. Fernando
Vallejo, en La virgen de los sicarios,
escribió que la humanidad necesita para vivir mitos y mentiras. Si uno ve la verdad escueta se pega un tiro. Por
último, Anatole France, por medio de su personaje Brotteaux en Los dioses tienen sed, nos recuerda que
la ignorancia es la condición necesaria para ir sobreviviendo y,
afortunadamente, ésta está muy extendida. Ignoramos casi todo acerca de
nosotros mismos; del prójimo, todo. La ignorancia nos procura tranquilidad; la
mentira, felicidad.
En el fondo, algo hay de eso.
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