Sincretismo y consigna

Supongo que si uno toma el microbús rumbo a San Cristóbal Ecatepec y se baja a dos cuadras del palacio municipal, habrá llegado a un municipio con hartas raíces prehispánicas. Luego si uno se mete a una fondita de comida corrida y pide unas enchiladas de mole, bañadas en ajonjolí, con arroz y agua de naranja estaremos degustando un platillo meramente precolombino. De esos que le gustaban tanto a Moctezuma Xocoyotzin. Por último, si uno decide visitar la iglesia de San Cristóbal y rezar en el templo de los antiguos dominicos misioneros, frente a una imagen guadalupana, por la salvación del alma de Morelos, a quien se quebraron cerca de ahí, entonces uno estará realizando un ritual precortesiano. Por ello, este día no tengo nada qué celebrar: ni que Ecatepec lleve un nombre cristiano como el de San Cristóbal; ni que el mole provenga de los espacios conventuales; tampoco importa que el ajonjolí, el cual los españoles trajeron de la India y de Oriente medio, como el arroz y la naranja de Asia, acompañen nuestro suculento platillo. Sólo levantaré mi chocolate con leche a la mitad del foro para robarle un pedacito de pan de trigo a la epopeya, mientras agito mi consigna chulibella.

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