Foucault y los calvos




Leo a Foucault en el metro. Voy de pie. Frente a mí hay un hombre sentado. Desde mi posición, veo su espectacular calva. Hay cabelleras increíbles y frondosas, pero casi nadie habla de los calvos. La de este hombre era una calva circular, simétrica, lustradita, perfecta. Recordé el chiste del calvo del cine que me contó mi amigo Luigi Mascapone. También a mi hermana que un día gritó emocionada en la fila del banco: "Mira mamá, un calvo". Foucalt también era calvo y con lentes. El calvo del metro solo era calvo y sin lentes. A Foucalt nunca se me habría antiojado darle un cerillazo. O quién sabe. Pero al calvo del metro sí. Su calva lironda y brillosa me decía: dame un cerillazo. El cerillazo consiste en que con tus nudillos simulas encender un cerillo en la cabeza de alguien y luego corres. Pero mi prudencia lo impidió. 
Hay calvos ilustres, como Winston Churchill, quien opinaba de otro calvo célebre, Gandhi, que era un sedicioso abogado jugando a hacerse el faquir. Recuerdo también a Darwin, y su teoría de la selección natural, que aún sigue generando escozor entre los creacionistas. O a Tomas Alva Edison a quien se le atribuye la "invención" de la electiricidad, cuando el verdadero creador de ella, y de varias ideas más, fue el excéntrico Nikola Tesla, el cual no era calvo. Quien tampoco lo era, o no del todo, fue el presidente Francisco I. Madero. Sólo era medio calvo, muy frentón y con bigote, como Victoriano Huerta, quien lo despachó con la Pelona. Alfonso Reyes era calvo de arriba y ligero cabello alrededor; cosa rara, pues su padre, el general Bernardo Reyes tenía más cabello que parque, cuando lo mataron cerca de Palacio Nacional, con una ametralladora. Los escritores Rodolfo Usigli y Julio Torri eran calvos como rodilla de bebé. 

Casi todos los días, en el camión, me encuentro a un padre de familia que lleva a sus dos hijos a la escuela. El menor de ellos se trepa a sus piernas y le acaricia la pelona; la otra vez le dio un cerillazo. Cuando eso ocurrió, pensé en Foucault: "si se quiere captar los mecanismos de poder en su complejidad y en detalle, no se puede limitar al análisis de los aparatos de Estado". Tiene razón. Lo confirmé al ver al hombre sobarse la pelona, frente a la risa desbordada de sus hijos.

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