Rumbo a una Secretaría de Cultura II
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No es una reforma cultural en el sentido amplio del tema,
sino una reforma jurídico-administrativa de las funciones del CONACULTA. Sin
embargo, el debate se ha centrado en torno a la definición antropológica de
cultura, la separación educación-cultura y una supuesta “privatización” del
sector cultural. Muchos intelectuales que apelan al “interés nacional”,
nostálgicos del nacionalismo, demandan paradójicamente que el Estado imponga la
rectoría de una cultura nacional, como en tiempos de Vasconcelos, a través de
una Ley General de Cultura que centralice todo,
olvidándose de la periferia. Imponer una visión de qué es cultura sin debate
previo o incluso con un amplio debate puede ser pernicioso, pues uniforma la
pluralidad. La única función del Estado
en materia de cultura debiera ser diseñar el andamiaje institucional adecuado para favorecer la cultura y la creación, no para
obstaculizar su desarrollo desde el centro.
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Coincido con Carlos Lara (integrante del GRECU) cuando afirma
que lo que debe definirse en la legislación venidera es qué corresponde a los
municipios, qué corresponde a las entidades federativas y qué corresponde a la
federación. La cultura no sólo es competencia federal sino también local; es
decir, las actividades culturales también se desarrollan en otros órdenes de
gobierno, como los gobiernos estatales y municipales, y eso está establecido
desde la Constitución del 17. Por tal
motivo, es indispensable generar un marco jurídico adecuado a partir de las
leyes secundarias que se tendrán que discutir en el Congreso y es ahí donde el
debate público debe influir con sus reflexiones.
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En la reforma a la Ley
Orgánica que dará pie a la nueva Secretaría de Cultura no se lee ninguna
intención de privatizar la cultura. Es muy probable que esta supuesta
“concesión del patrimonio cultural” sea un bulo, pues existe el legítimo temor
de ciertos sindicalizados de que no se les respeten sus derechos laborales. Sin
embargo, en el Decreto se estipula que los derechos laborales de los
trabajadores que presten sus servicios en el Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes, en la Secretaría de Educación Pública, en los órganos
administrativos desconcentrados y en las entidades paraestatales, se
respetarán.
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En cuanto a la duplicidad de funciones que señalan sus
críticos puede ocurrir con esta reforma, no es algo nuevo. Desde hace mucho
tiempo la duplicidad de funciones existe dentro de las instituciones
culturales, con Decreto o sin él. El
trabajador sindicalizado muchas veces no realiza las funciones que debe de
realizar según sus atribuciones y como solo puede ser removido y nunca
despedido, el director de área contrata personal de honorarios temporal para no
tener problemas con el sindicato, con el que finalmente tiene que conciliar
para evitar broncas sindicales.
En lo particular considero, como Gabriel
Zaid, que el contacto ideal entre la burocracia y la cultura es el contacto
cero, pues la burocracia cultural prefiere el reconocimiento y el ingreso fijo
de un puesto, por encima de la producción cultural.
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Por último, según un estudio de Eduardo Cruz Vázquez el CONACULTA ejerce más gasto que
secretarías como la de Turismo o de Relaciones Exteriores. Debido a lo
anterior, resulta poco creíble que no se necesitarán más recursos para operar
la nueva Secretaría de Cultura. Simplemente la propuesta de recursos financieros
del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, para el ejercicio fiscal 2016,
es de 5 mil 343.612 millones de pesos (con todo y recorte presupuestario, pues
el presupuesto fiscal anterior fue mayor que el de Turismo), muy cercano a la
de una Secretaría de Turismo, que ronda los 5 mil 911.44 millones de pesos, y
mucho menor a la Secretaría del Trabajo, con 4 mil 674 882 mil 581 pesos. Es
decir, CONACULTA tiene mayor gasto operativo sin tener rango de secretaría.
Desde luego, suprimir el gasto asignado sería muy lamentable para la burocracia
cultural, más que para la cultura en sí. Lo que es indispensable es que el presupuesto
asignado a cultura se ejerza con eficacia, transparencia, excelente
focalización y siempre bajo el escrutinio público.
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