Mar Monstrum, el equilibrio de lo sublime
Si naufragamos, por lo menos,
sabemos por qué.
Jules Michelet
Mar
Monstrum,
dirigida y escrita por Aarón Govea, cuenta la historia de un náufrago, aferrado
a los restos de una embarcación, obstinado en sobrevivir en la inmensidad del
mar que lo rodea. El director retoma el tópico del hombre
contra la naturaleza como antagonista, presente en la literatura de
Homero, Melville, Hemingway, Swift, y le da una significación y
proyección diferente a través del humor reflexivo y exacto, con algunos
bosquejos del teatro del absurdo.
El trabajo de Govea tiene la influencia visible de la Scuola
Teatro Dimitri, en Suiza, donde el artista obtuvo una residencia del FONCA,
pero también se percibe su formación obtenida en la Escuela Nacional de Teatro
del INBA así como sus incipientes años dentro del Teatro Universitario Acatlán,
bajo la dirección de Fernando Morales.
En el primero encontramos el gusto por interpretar, a través de
pequeñas historias, la relación del personaje con una escenografía minimalista,
sin paisaje. Un trabajo donde las acciones del actor están motivadas de cierto
sentido lúdico que le permiten incorporar una amplia variedad de
extraordinarias habilidades circenses. La interacción esporádica con el público
y la inclusión final de un breve espectáculo musical nos refuerzan el
predominio de técnicas del clown.
En segundo lugar, su formación universitaria,
tanto en el TUA Acatlán como en el INBA, demuestran su compromiso con el
teatro, su profundo sentido de la disciplina artística, mezclado con la pasión
del artista por el arte visual (reflejado en la escenografía de Mar
Monstrum) y la inclusión de algunos elementos folclóricos como la música de
la obra (“En el mar la vida es más sabrosa”, de la Sonora Matancera o “La
Llorona”, de Lila Downs).
Mar Monstrum, producida por la Compañía
Naranjazul, también es un destacado trabajo colectivo, donde participan
Maud Giboudeau, actriz y bailarina francesa, quien encarna el mar y le
arroja distintos objetos al naufrago; el pulcro sonido, del artista David Almaga y el trabajo técnico de
Paola Rendón, por mencionar algunos.
Gastón Bachelard decía que la primera tarea del poeta es desanclar
en nosotros una materia que quiere soñar. El trabajo de Govea desancla en el
espectador la materia del ensueño, nos transporta a esa inmensidad marina, a
través de su poderoso lenguaje corporal. Su soberbia interpretación reivindica
al actor en todo su brío y esplendor. La luminosidad de su poética conmueve y
asombra al público por su perfección.
La estética de lo efímero no cabe en Mar Monstrum. Si
bien el teatro es efímero, las representaciones que se proyectan en un
escenario se encapsulan y trascienden la memoria del espectador. Hacia muchos
años que una obra no despertaba en mí esa maravillosa sensación de lo sublime;
esa lucidez que transmite el equilibrio de lo visual, la poesía del
cuerpo, la energía de un lenguaje de ensueño. Mar Monstrum deja
en nosotros la interpretación y el análisis de una historia que se concibe
frente al abismo, la turbación, la soledad ante el infinito de nuestra nada, y
al mismo tiempo nos deja tan plenos, tan patéticamente exaltados, optimistas,
convencidos de que en algún momento lograremos el equilibrio y la salvación.
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