Muerte caracol o la maldad dentro de nosotros


El mundo del crimen es un imán poderoso para atraer lectores. Por tal motivo, el género policiaco, aunque se ha nutrido generosamente en Latinoamérica (desde Taibo II y Rodolfo Walsh hasta la llamada narcoliteratura de Elmer Mendoza y Luis Humberto Chrosthwaite), no deja de observarse como un subgénero, pues la crítica literaria lo ha despojado de cualquier seriedad o pretensión artística gracias a su carácter previsible, sus personajes anémicos y sus estampas costumbristas. Y en ocasiones les asiste la razón, pues hay novelas policiacas que lejos de ser propositivas o sugerentes son predecibles, aburridas, sosas, como un saborizante artificial de queso manchego.

En la búsqueda de novelas transformadoras, ágiles, propositivas, he recurrido a diversas lecturas que, de una u otra forma, lo enfrentan a uno con el horror que habita en nosotros. Desde Edgar Allan Poe hasta el blog del narco, he leído historias profundamente desgarradoras, terribles, impulsado por cierta curiosidad obsesiva, más allá del morbo, que me permitiera entender qué orilla a un hombre a cometer un crimen y disfrutar su atrocidad. Sin embargo, muchas de estas novelas generaron en mí cierto entusiasmo que se diluía a mitad de su lectura, gracias a la endeble profundidad psicológica de los personajes o bien al uso de estereotipos violentos. ¿Cómo encontrar esa novela? La verdad es que entre tanta novedad editorial no se sabe ni qué leer. Y en esas anda uno por la librería cuando se encuentra con Muerte caracol (CONACULTA, 2010), de Ana Ivonne Reyes Chiquete.

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Conocí a Ivonne Reyes hace más de diez años en el despacho cultural del maestro Guillermo Samperio. Trabajamos juntos corto tiempo, pero la convivencia fue estrecha y derivó en una bonita amistad que todavía conservo. En ese entonces yo era un joven hippie que viajaba en metro. En ocasiones Ivonne me daba un aventón a la estación más cercana. Durante el trayecto platicábamos de libros, lecturas, proyectos literarios o personales. Fue en uno de estos trayectos que Ivonne me comentó que escribía una novela. También mencionó que le fascinaba Raymond Carver (luego me enteré que Murakami). Meses después yo renuncié al trabajo y dejé de ver a Ivonne un tiempo. Pasaron varios años cuando me enteré que había ganado el Premio Una Vuelta de Tuerca, por Muerte Caracol.

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Muerte caracol es una novela inteligente, propositiva, con una estructura espiral, como la concha de un caracol; de prosa clara, sencilla, con personajes que se asemejan a la realidad del mundo del crimen, donde la autora conjunta los estereotipos del asesino serial, con el propósito de adentrarnos en el mundo de Carlos Sobera, protagonista de la historia.

Asimismo es una novela metaliteraria que desarrolla el juego narrativo de la novela en la novela. En ella observamos la vida de un hombre llamado Carlos Sobera que lee El asesino del caracol, novela negra traducida en España, con el propósito de buscarse a sí mismo y comprender la violencia que anida dentro de sí. Al mismo tiempo, la autora establece un enlace entre los hechos extraordinarios que ocurren en la novela que Sobera tiene en sus manos y el desarrollo de la propia novela de Muerte caracol. Este puente entre ambos mundos no es algo sencillo, sin embargo la pluma experta de Ana Ivonne Reyes nos permite transitar de un mundo a otro con gran facilidad y siempre con la inquietud y la expectativa a flor de piel.

Tal vez digan que elogio la novela porque es mi amiga. No. Elogio la novela porque es extraordinaria, de gran belleza literaria, muy pulcra en su lenguaje, pulida en su estructura y brillante en su resolución. Y además de todo Ana Ivonne es mi amiga, una excelente persona y una escritora increíble.

Por último, celebro su publicación y considero que este trabajo está muy por encima del nivel de novelas policiacas que se han publicado últimamente en Grijalbo, Random House, Planeta o Ediciones B. Si los editores tuvieran un poco de interés y visión no dejarían pasar la oportunidad de relanzar la novela bajos los sellos de sus casas editoras. Les aseguro que la apuesta no sería en vano.

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