Vacaciones ¿planeadas?


Durante estas vacaciones de semana Santa me propuse lo siguiente: ponerme al día en mis lecturas atrasadas, ver películas de culto, echarme un chapuzón en una alberca, visitar a mi amigo Arturo en Querétaro y escribir en mi blog. Salvo lo último, no hice nada.

Cuando me disponía a leer o ver una película sonaba el teléfono o el timbre o simplemente me agarraba un terrible sopor que me mandaba noqueado a dormir. Respecto a la alberca, lo más cercano a un chapuzón fue una súbita lluvia que me mojó ligeramente el sábado de Gloria. Y en lo referente a mi viaje, basta decir que la única conexión que tuve con ese hermoso estado fue la llamada que mi amiga Lorena me hizo desde allá. No obstante, después de estos propósitos inacabados, decidí no claudicar y cumplir al menos uno de los objetivos propuestos. De tal forma, salí a buscar tema de inspiración para esta columna. Después de un largo andar por las calles del Centro Histórico el tema seguía sin vislumbrarse en mi cabeza. Así que me senté en una banca, frente a la Alameda Central, para ver si se me ocurría algo digno de contarse. Nada. Mi mente sólo pensaba en todo lo que no había hecho. Suele ocurrir que cuando uno sale de vacaciones planea que hará mil actividades ya con la familia, con los amigos o uno solo, porque se considera poseedor de todo el tiempo del mundo, y sucede también que terminas por no realizar ninguna actividad. También suele ocurrir que las ideas llegan después de haber salido a buscarlas.


Lo cierto es que uno se dice: estas vacaciones arreglaré la llave del lavadero o visitaré a mi tío Hipólito que vive en Villa Chínipas de Almada y ni arreglas la llave ni visitas Chihuahua, terminas viendo la tele junto a tu madre o sentado en una banca frente a la Alameda. Del mismo modo te dices saldré a visitar la ciudad y sus museos ahora que todos están de vacaciones, pero no consideras que hay otros turistas ávidos de expandir sus experiencias culturales. Así que sales al encuentro de la ciudad, te engentas y terminas recluyéndote en tu casa o en una cafetería. Recuerdo que hace cuatro años me fui una semana a Huatulco y me llevé dos libros porque creí que me la pasaría echado en la playa, leyendo. Claro, me la pasé echado sobre la arena, junto a unas cervezas y mi amigo Morales, pero no pude leer nada porque resultaba cien veces más placentero ver el límpido mar azul que se balanceaba frente a nosotros que abrir la página cincuenta y siete (donde me había quedado) del libro de Tokio ya no nos quiere.
De igual forma sucede cuando emprendes la aventura por la ciudad de Oaxaca y te propones visitar Santo Domingo, el Museo Rufino Tamayo, el Antiguo Palacio de Gobierno, el Museo de la Grana Cochinilla, el Teatro Macedonio Alcalá y demás recintos culturales, pero acontece que sólo recorres la décima parte de lo propuesto gracias a tus desveladas, tu desayuno bufete hasta el mediodía, la alberca del hotel, las visitas a la tiendas para adquirir “recuerditos” y demás eventos que retrasan el recorrido planteado.


¿Por qué ocurre esto? A ciencia cierta, no lo sé. Tal vez se deba al hecho de que durante las vacaciones uno está más receptivo a distraerse de su plan trazado, con otros factores o circunstancias que se presenten. O quizás sea que mandamos a descanso a nuestra fuerza de voluntad y nos dedicamos a cultivar la modorra. O ambas. Sin embargo, no todo es lamentación por unas vacaciones perdidas. Hay encuentros inesperados muy positivos. Por ejemplo, pude comer con varios de mis amigos, a quienes no había visto en varios meses (y descubrir que ahora están casados y esperan hijos). También pude comprobar que el tiempo no es chicle, que los verdaderos comerciales de la televisión son los programas, y que cuando menos te lo esperas tus vacaciones se van al garete junto con tu quincena y el plan que te habías trazado.

http://www.libertinaje.net/?cat=4

Comentarios

  1. cierto!
    las vacaciones planeadas nunca resultan.. al menos en mi caso... a veces las cosas salen mejor cuando son "espontaneas" o cuando se esta bajo presion...

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  2. Lamento que tus vacaciones de Semana Santa hayan resultado un fracaso, por mi parte me ocurrió algo parecido, planee ponerme al corriente en mis lecturas y mi trabajo, sin embargo no me arrepiento de haber hecho todo a un lado y descansar como me lo merezco; pero sobre todo, no me arrepiento de aquellos momentos inolvidables que pasé en compañía de mi amor sin las presiones laborales que suelen irrumpir en la vida cotidiana.

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