Spots y desafío




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Recuerdo la imagen de Bernardo Gómez besando la mano izquierda de Martha Sahagún. Lucían radiantes. Habían acordado la abolición de alrededor del 90% del tiempo fiscal que le permitía al Estado disponer del 12.5% de los espacios de transmisión en televisión y radio Los medios dieron cuenta de ello y lo titularon como el decretazo (10 de octubre de 2002). Este acuerdo se logró gracias, a la intermediación de Santiago Creel, entonces Secretario de Gobernación. El expresidente Fox tan sólo se limitó a anunciar la derogación. Así de simple. La simulación concertada. El gobierno regalaba a los medios (en especial a las televisoras), bajo el disfraz de apertura democrática y libertad de expresión, tiempo propiedad del estado. Como si de pronto al gobierno se le ocurriera regalar espacio marítimo o camotes a modo, sin ninguna regulación o candado legal de por medio.
El acto simbolizaba el resquebrajamiento de un antiguo esquema donde los medios de comunicación –y en particular Televisa– dejaban de ser los fieles soldados del Estado (PRI), para convertirse en los nuevos mariscales de éste.
La derogación era tan sólo la punta del iceberg de un sometimiento del Estado y la clase política por parte de los medios de comunicación, que revelaría su monstruosa proporción en las elecciones del 2006. Sin embargo, el problema no se acabaría en 2006, ni al año siguiente cuando la Suprema Corte de Justicia declaraba inconstitucional la ley Televisa y de inmediato los coordinadores de los tres principales partidos: Santiago Creel (en ese entonces coordinador del PAN), Carlos Navarrete (PRD) y Manlio Fabio Beltrones (PRI) se comprometían a reformar la legislación de medios electrónicos, con base en esa resolución. (Legislación que, por cierto, sigue pendiente).

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Ahora bien, el reciente problema entre el IFE y las televisoras, por la transmisión en bloque de varios paquetes de spots que interrumpieron la programación continua, es un mensaje directo al Estado y la clase política. El problema revela que para el duopolio televisivo las instituciones se circunscriben a la presión mediática que ejercen. De tal forma, las instituciones no son reguladoras de nada y sus reglamentos carecen de validez. La ley se negocia previo acuerdo y éste último se obtiene a través del golpeteo mediático.
No debemos olvidar que la molestia de las televisoras se origina por la anulación del comercio de los spots electorales. La reforma constitucional dispuso del tiempo del estado, determinado por la ley, para utilizar el tiempo fiscal de los medios en propaganda de partidos o bien en propaganda institucional sin costo. De tal suerte que ya no se puede comprar publicidad electoral. Por tal motivo, el duopolio, cual niño molesto porque no le trajeron el juguete que le pidió a los Reyes, se emberrincha y patea la cunita en la que antes le gustaba mecerse: la publicidad electoral. El propósito es enemistar a la ya de por si enemistada sociedad con los partidos políticos.
¿Cómo? Bombardeándole hasta el hastío con spots electorales.
Endilgando culpas a las instituciones.
Presionando al estado; exhibiéndolo en su ineficiencia, en sus vacíos legales; desafiándole en su reacción tardía.
Las televisoras ya no son la oficina de comunicación de los Pinos.
Las televisoras son el poder dentro del poder.
El poder que pretende someter al Estado.
Un Estado, por cierto, fallido.


http://www.amedi.org.mx/
http://www.proceso.com.mx/opinion_articulo.php?articulo=66042
http://www.youtube.com/watch?v=Q0mMyG0T-To&feature=related

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