El problema de México I


El problema de México es el propio México. El país vive una profunda degradación política y social que repercute en su propio desarrollo. México está anclado en la excusa y la desidia, en la inacción y la expectativa, en la incertidumbre y el resultado. Está degradación no es reciente. Es una enfermedad anticipada desde el siglo pasado, por decir lo menos. Daniel Cosío Villegas habló de ella en 1947, en un texto brillante La crisis de México, donde establece que el abandono de los ideales revolucionarios socavó al Estado mexicano. Desde luego eso fue hace más de sesenta año cuando el nacionalismo revolucionario era un dogma.


También hicieron su diagnóstico Martín Luis Guzmán, de forma más breve, en La querella de México, donde esgrime una de las frases más contundentes del siglo: “los mexicanos tuvimos que edificar una patria antes de concebirla puramente como ideal y sentirla como impulso generoso; es decir, antes de merecerla”. Asimismo, Octavio Paz, en Postdata, apunta: “toda revolución sin pensamiento crítico, sin libertad para contradecir al poderoso y sin posibilidad de sustituir a un gobernante por otro, es una revolución que se derrota a sí misma”.

¿Y después qué pasó? Nada. El Estado siguió inmutable y hermético.


Medio siglo después llegó la alternancia. La posibilidad de reformar el Estado. Volverlo más dinámico, innovador; alejarlo de la retórica posrevolucionaria y el anquilosamiento; acercarlo a la idea de desarrollo democrático y progreso económico. La expectativa fue alta; la desilusión abismal. Proclives a la redención, imaginamos un espíritu mesiánico que nos sacara del letargo en el que estábamos inmersos. Concentramos la fe en un prisma y éste se quebró desde la cúspide. Luego el derrumbe. ¿Y después? Nada. El Estado sigue inmutable y vacío. Atrapado en el foso de su ineficiencia y mezquindad. Es un Estado fallido aunque se niegue.


¿Por qué?, nos preguntamos no sin cierto dolor. ¿A qué se debe esto?No tengo una respuesta absoluta; tampoco pretendo ofrecerla. Podríamos argüir no sin cierta verdad, que gran parte de la culpa corresponde a nuestra clase política. Sin embargo, esa clase política no salió precisamente de una cloaca. “Esos políticos no son tan ajenos a la ciudadanía”, apuntó Héctor Aguilar Camín en el diario Milenio. “Vienen de la misma sociedad que sus ciudadanos. No digo que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, pero sí, hasta cierto punto, los gobiernos que se les parecen”. Lo cierto es que la clase política es una proyección reducida, si gustan, de la sociedad mexicana. Y nosotros poseemos los mismos vicios que tanto les criticamos. A saber: desprecio por las leyes y sus instituciones; fascinación por lo inmediato y lo que represente un reducido esfuerzo por cumplir objetivos; exaltación del compadrazgo y el contubernio; hastío del deber y gusto por la simulación; depreciación de la educación como un resorte fundamental del progreso; devotos de la corrupción que tanto criticamos –preferimos apartarle su lugar al compadre en vez de que éste se forme en la fila (el amiguismo también nos pertenece); concebimos leyes que violamos; formamos acuerdos que no respetamos. La letanía es abundante. Lo cierto es que somos dos líneas espejo que navegan paralelas. Resultado: carecemos de una ciudadanía responsable ya por omisión ya por conformismo. Inmersos en la resignación y en el arquetipo de la frustración, no nos reconciliamos ni con el pasado ni con el futuro ni con nosotros mismos. Vivimos en la mentira, la gesticulación y la repugnancia de nosotros mismos.

Somos estadística del fracaso.

Somos, también, una sociedad fallida.

http://www.milenio.com/node/163954
http://monosherrera.files.wordpress.com/2008/02/trafico.jpg

Comentarios

  1. Me encantó: directo, contundente y sucinto. En efecto, somos hábiles para señalar las faltas, defectos y errores de los demás, pero ¿qué tan capaces somos para admitir que poseemos las mismas o peores deficiencias?

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  3. Hey Galo, que chido encontrarte de nuevo en la blogosfera y leerte talentoso y fresco, como siempre... Un abrazo desde Ensenada donde nunca pasa nada...(ya no estoy tan segura)

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  4. Pfff q duro, q cierto y q trabajo tenemos para mejorar las cosas

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